Encerrada entre cristales

Se oye un grito. Un grito que siente que desgarra poco a poco sus cuerdas vocales. Está histérica y angustiada, sentada en el suelo transparente. Grita para ser oída, para calmar su dolor. Y sus gritos mueren entre jadeos mientras llora y derrama lágrimas tintadas de sangre rojiza, casi negra. Abrumada por la oscuridad de su corazón se ha encerrado a sí misma sin darse cuenta en la caja de cristal y con rabia araña el suelo. Ha quebrado sus uñas y le duele simplemente la acción de tocar. Se levanta con cuidado apoyándose en las palmas de sus manos y con los brazos encogidos se atreve a mirar a través del cristal. Pero lo único que ve tras sus negras pupilas es su propia oscuridad. Siente mareos, necesita escapar. Anda de un lado a otro aturdida y su vestido blanco tintado de negro por las heridas de su corazón, se balancea a la par de su negro pelo que ha empezado a perder su brillo y pierde color lentamente. Así, despacio, pierde toda su esencia, y la tinta va inundando su caja de cristal. Ella, dama envejecida, ahogada en su propio dolor no tiene otra salida que perder su vida...