Drink me. Eat me.

Decían las etiquetas de las botellitas de Alicia en el país de las maravillas. Y ella como buena chica obedecía sin apenas cuestionar, total: "¿Qué me va a pasar?" decía. Y es que apenas sin saber el contenido, nos fijamos en la etiqueta y juzgamos por lo que vemos. A veces nos parece una buena etiqueta y probamos... pero otras veces olvidamos que lo importante no es la etiqueta sino el contenido y perdemos la oportunidad de saborear lo que más nos podría gustar. A veces, pruebas el contenido, y enseguida sabes que no te gusta. Puede que con el tiempo mejore, como el vino, pero si se te queda el mal sabor de boca, difícil será tragar. A veces pruebas un nuevo sabor, te encanta y repites una y otra vez. Pero llega un momento en el que el sabor te aburre y buscas nuevas texturas. Un gusto nuevo, no te convence pero vaya no está tan mal. Y cada vez te acostumbras un poco más y te va gustando. Hay otras veces que pruebas algo y es insípido porque tu lengua se ha acostumbrado a su sabor y no le sorprende nada. Otros cambian, a veces amargos, otras veces dulces. Hay algunos que sólo puedes degustar en una cierta temporada y cuando acaba, debes conformarte. Pero siempre tendremos nuestros sabores preferidos, nuestros sabores odiados... y más sabores por probar. Suerte con la próxima etiqueta, no te dejes engañar y no tengas miedo a probar.