No estamos solos

Desperté y me encontraba sóla. Mire a mi alrededor y solo ví árboles de diferentes alturas. Había un aroma avainillado que se extendía por todo el bosque y los árboles eran cerezos y robles. También había arbustos y fresas silvestres en ellos. Pensé que era una mezcla realmente rara, pero extrañamente bien combinada. Era como si la primavera estuviese extendiendose y nunca hubiese sido verano. Miré al cielo y esa sensación de querer y no poder se apoderó de mí otra vez al ver el cielo cristalino en un tono de atardecer. No me dí prisa en dejar de mirar y buscar a Liam porque me sentía del todo segura, como cuando llegué y vimos al lobo. Entonces bajé la mirada y le ví a lo lejos. Era aquél animal que nos hizo huir. Quién nos persiguió y nos unió. Pero sus patas estaban tintadas de un amarillo naranjado y mirando un poco mejor ví que no estaba solo. Iva a su lado con un cesto de frutas y cuando llegó hasta donde yo me encontraba el lobo desapareció. Comimos algo y decidimos movernos por donde el camino marcaba. El paisaje fue tornandose de nuevo primaveral pero más cálido. De pronto una Antícana nos detubo y nos desvió hacia la zona más espesa. Había una cabaña con un molino de agua y un rio algo seco, por lo que la rueda no giraba. Nos metió dentro y encontramos a un anciano vestido de una ancha y larga túnica de seda lila con detalles en raso. Leonardo de Leslia, dijo llamarse.