25 noviembre 2008

Escribir

Deseaba y necesitaba escribir desde hace ya un par de semanas, pero no he tenido tiempo ni ocasión para ello. Sólo de teclear en este pequeño recuadro ya me siento mejor, como si colmase mi sed. Respiro, crujo mis nudillos, cuello y espalda, me froto la cara y me dispongo a salir de mí.

Camina rápido dejando apenas oír sus pasos. Sus otros sentidos quedan anulados cuando le da un mayor control a uno de ellos. Ahora siente. Siente las pequeñas caricias, golpecitos de la lluvia. La presión, la transpiración, la humedad. Los pliegues de la ropa mojada, el pelo lacio sobre su cara. El viento que sopla suavemente y enfría su cuerpo mojado. Siente como cada gota se convierte en parte de su cuerpo, sin apenas abrir los ojos, hundidos en agua salada que baja por riachuelos a través de sus mejillas. Deja de sentir para ver. Ve todos los colores, los funde y los separa. Distingue formas, lo asimétrico de las calles, la medida de sus pasos. Ve los entes que la rodean, tan diferentes, tan distantes, tan tristes. Ve su cuerpo empapado, cómo la ropa se pega a su piel, cómo sus botas salpican en los charcos al cruzar las calles rápidamente. Empieza a oír. El tráfico de la noche, motores y bares. Las conversaciones de los otros, sus distintos tonos de voz. El arrítmico sonido de las gotas de lluvia, el sonido de los pasos. Los ladridos de un perro, el llanto de un niño. Y entonces comienza a oler los perfumes de la gente, incluso su olor corporal. El olor de los motores, la contaminación que ennegrece los pulmones de la ciudad. Huele la humedad, la ropa mojada, los animales mojados... la hierba mojada. Huele el aire frío y se le enfría la nariz. Pero se relame los labios y saciada se sonríe... aún perdura el sabor metálico de su boca.
Buenas noches, Shaisha.

12 noviembre 2008

Orejas, bufandas y demás sinsentidos

Casi un mes sin publicar... supongo que suele pasar. Hago una breve reflexión para los adentros que sino se convierte la entrada en relleno y no me apetece.
He tenido un mal día. Uno de entre tantos, pero malo aun así. He perdido algo que ha suscitado una situación dramática, he dormido poco más de cinco horas, llevo catorce horas despierta sin apenas haber comido y no me he sentido "cómoda" en todo el día. Y ha llovido mucho. Muchísimo. Tanto que ha logrado entrar a través de mis katiuskas. Y me he puesto triste.
Por otra parte, si existe la suerte creo que me persigue a todas partes. Si no, la probabilidad está de mi lado, porque tengo intuición, pero no da para tanto. Por eso, aunque un día como éste me ponga triste, se que es para estabilizar la balanza de la probabilidad/suerte/loquesea en mí. Irónicamente, mis orejas son pequeñas. Qué cosas.
Los días pasan muy rápido y sigue sin ordenarse mi mundo. Dudo que lo haga por otra parte; estoy destinada a tener una mente picassiana. Al menos hay novedades, ahora cuando me duele la cabeza lo consigo controlar con paracetamol, cosa que antes no funcionaba.
Qué hambre. Un pincho de tortilla y galletas no son suficientes para llevar tanto en pie.

Buenas noches, Shaisha.