En mi sueño, atravieso una caverna helada, en tonos azulados y blancos, con un brillo y una luz inexplicables. Alfinal una habitación enorme, tan alta como una catedral. Era como un hospital, una tienda de camas o colchones. Todo seguía con ese extraño brillo azul. Cristaleras enormes daban a una especie de valle helado. Todo parecía en calma... frío e inmóvil. Yo permanecía con mis vaqueros y mi camiseta negra de tirantes. Todo era frío pero yo sentía calor. Un ruido que provenía del fondo de la habitación, tras de mí al haberme alejado de la caverna, me sobresaltó. Un chico, al parecer también perdido, pero de aire misterioso y mirada distraida. Vestía vaqueros, como yo y no llevaba ninguna camiseta. Algo me empujaba a conocerle, pues el calor prevenía de él. Pero del mismo modo quería pedirle que corriese conmigo, lejos de aquel lugar. Presentía algo pero sin saber qué era. De pronto una puerta se abrió y una especie de lobo blanco de ojos negros y pies tintados de azul entró. El misterioso chico me miró a mí, yo a él y empezamos a correr. Cruzamos una puerta y al cerrarla él, cuando yo ya había entrado calló sobre mí como si algo uniese nuestros corazones. Lo que no sabíamos es que aquel lobo era el destino, y él y yo estabamos juntos. Acarició mi mejilla y como queriendo atravesarme me miró tan profundamente que sentí que me llenaba de su calor. Era de una mirada realmente profunda, inexplicablemente atractiva. Me quité la camiseta y él rozó con sus suaves pies mis dedos. Un escalofrío subió desde esa conexión hasta mi pecho, haciendo que me contrajera. Con sus labios tocó mis labios, con sus vaqueros rozó mis vaqueros. Acaricié su espalda desnuda, haciendo que cerrara sus ojos. Yo cerré los míos y al abrirlos nuestros ojos despedían una luz roja haciendo que aquella sala se derritiera a nuestro alrededor. Un beso apasionado selló nuestro encuentro dejando un dulce recuerdo en nuestros pensamientos. Él y yo, dormidos bajó la ahora dorada habitación. Quizás un sueño eterno, quizás el calor de nuestro amor.
Buenas noches, Shaisha.